Al cumplir quince años en este generoso país se me ha ocurrido publicar una lista de 10 errores que frecuentemente cometemos los latinoamericanos al pisar suelo norteamericano. Veamos:
1. Comoquiera que el hispano común desconoce totalmente como se “bate el cobre” en los EE.UU., no evalúa diversas alternativas al momento de tramitar sus papeles de inmigración. Si por mala suerte se consigue con un asesor inescrupuloso terminará pagando un montón de dólares por traducciones, un plan de negocios “chimbo”, correo expreso, impuestos y unos honorarios diseñados para ciudadanos del “tercer mundo”. El resultado es que el solicitante, si no es estafado, obtiene un visado inconveniente a sus propósitos de vida o una visa con precaria sustentación para efectos de su renovación. Al cabo de uno o dos años, dependiendo del tipo de visa, estará “sudando tinta” cuando el oficial de inmigración lo cite para evaluar su expediente.
2. En nuestros países el sistema hipotecario es prácticamente inexistente por lo que las viviendas se adquieren con un financiamiento a largo plazo muy inferior al 30% del precio. Cuando llegamos a los EE.UU. nos asombra que podamos adquirir una vivienda con esa relación invertida, plazos de hasta 30 años e intereses irrisorios en comparación con los de allá. Entonces, para aprovechar esta ganga, el novicio procederá rápidamente, por no tener referencias locales, a cancelar el 30% del precio más los gastos de cierre. Luego, al mudarse con su familia a su nueva morada, comenzará a buscar el negocio de sus sueños, que le permitirá generar un flujo de caja suficiente para vivir dignamente. Hasta aquí todo iría muy bien si ese anhelado negocio quedase a unas pocas millas de la vivienda pero sucede que, en algunos casos, casa y trabajo se distancian por varias leguas de extenuante tráfico. Entonces no quedará otra que adelantar el despertador en la mañana y sacrificar horas de desempeño hogareño al atardecer.
3. En Latinoamérica cualquier automovil cuesta una fortuna porque, si el vehículo es ensamblado local, el costo de los materiales importados encarece sustancialmente el producto final y, si es importado, los impuestos se encargan de ponerlo a precio de oro. Al pisar esta pródiga tierra nos damos cuenta de que los precios y las condiciones de pago son relativamente mucho más favorables que las que prevalecen en nuestro país y, emocionados, vamos al concesionario que nos recomienda algún amigo. Como el novicio no posee referencias crediticias porque no tiene aún el número de seguro social asignado, procederá entonces a adquirir un vehículo de contado o, si acepta condiciones financieras abusivas, a crédito.
4. Una vez que nuestro figurado novicio se ha puesto en tremenda vivienda y poderoso vehículo, con el saldo restante de patrimonio saldrá entonces a buscar un negocio que le genere un flujo de caja adecuado para subsistir. Si el monto para el pago inicial del negocio no es suficiente, la inversión podría quedar “chucuta” y, en consecuencia, inviable.
5. Un error frecuente de muchos paisanos inadvertidos es montar un negocio nuevo, arrancando de cero, asumiendo que el comportamiento del mercado local es similar al del mercado de su país de origen. Craso error porque aquí la mortalidad de los nuevos negocios, dentro de los primeros tres años de operación, es del 80%.
6. Los patrones de consumo de los latinoamericanos varían sustancialmente cuando nos dejamos caer desde el Río Grande hasta la Patagonia. Sin embargo algunos empresarios románticos llegan a pensar que, como la población hispana de los EEUU es del orden del 13%, su negocio podrá depender fundamentalmente de estos consumidores.
7. La realidad es que el hispano ha sido tradicionalmente muy confiado en la palabra de los demás por lo que frecuentemente se aventura a comprar un negocio en marcha sin practicarle previamente la diligencia debida de análisis y verificación de los libros contables, permisos y contratos vigentes. Varias historias tristes he oído contar como resultado de estas “transacciones rápidas”.
8. Muchos neo-empresarios tienen la idea de que al montar una franquicia encontrarán que tienen la “papa pelada”. Desconocen que la franquicia, además de tener los riesgos propios de un negocio nuevo, conlleva la pesada carga del pago de regalías que, en algunos casos, asciende al 11% de las ventas brutas.
9. Ni digamos de aquellos que quieren aplicar “una de viveza” en cuanto a la declaración del ingreso a fines impositivos. La normativa fiscal, a pesar de ser sumamente estricta, permite una serie de desgravámenes y deducciones que subliman sustancialmente el peso de la carga tributaria en las empresas pequeñas y medianas. Aquí el Internal Revenue Service (IRS) no se parece en nada a nuestros sistemas tributarios.
10. Por último, cuando nuestro personaje ha logrado materializar su negocio, podría contratar a uno o varios trabajadores hispanos sin documentos migratorios para lograr unos “ahorritos” al pagarles sueldos inferiores a los del mercado laboral. Teniendo este “cabo suelto” no faltará algún competidor o un cliente insatisfecho que se encargue de datear al Department of Labor de la irregularidad y, en consecuencia, uno de sus fiscales se regodeará dispensándole una visita de inspección.
Aunque dicen que nadie aprende en cabeza ajena, mi mensaje no pretende desestimular o asustar a nadie sino, por el contrario, hacerle entender a mis coterráneos noveles que en los EE.UU. uno debe andar “by the book”, sin aplicar muchos de los resabios que traemos de nuestros amados terruños a las circunstancias locales.
En lo personal he aprendido que acá la virtud que genera mayores frutos empresariales es, sin lugar a dudas, la constancia. No queda otra…