El Sistema Electoral Norteamericano

 Las elecciones presidenciales del 2020 en los EE.UU. pusieron a prueba la solidez del sistema democrático norteamericano. En este sentido Christopher Krebs, quien fue director de la Agencia de Ciberseguridad hasta dos semanas después de los comicios, declaró que esas elecciones han sido las “más seguras de la historia de los EE.UU.” En efecto, la elección del presidente y vicepresidente se lleva a cabo mediante una elección indirecta donde los votantes directos solo eligen a los miembros del Colegio Electoral y estos, a su vez, sufragan los ‘votos electorales’ para elegir al presidente y al vicepresidente. Para ganar, los candidatos deben lograr la mayoría absoluta con, al menos, 270 de los 538 votos totales.

El proceso de votación de base, por su parte, se maneja independientemente a nivel de cada uno de los 50 estados de la Unión donde cada entidad posee sus propias estructuras de manejo electoral. Es así como, dependiendo de la normativa electoral de cada estado, el proceso de votación y conteo de los votos queda en manos de las diferentes jurisdicciones locales, usualmente los municipios y excepcionalmente, algunas ciudades. Esto implica que existen más de 10,000 jurisdicciones electorales que tienen a su cargo la convocatoria a elecciones y el control del proceso electoral a nivel local, incluyendo el conteo de los votos.

La atomización de estas funciones de alta sensibilidad entre un amplio universo de funcionarios hace extremadamente difícil, si no imposible, que se trampeen las elecciones a nivel nacional.

Las Lecciones del 2020

A pesar de ser el proceso electoral norteamericano un ejemplo “urbi et orbi” de eficiencia y trasparencia democráticas existe un sector importante de la sociedad que pone en duda la pureza del sistema. Y es que las últimas elecciones evidenciaron los peligros y las vulnerabilidades a las que podría estar sujeto el proceso por virtud de la discrecionalidad que las leyes le otorgan a varios de sus actores estelares.

A lo largo del “via crucis” electoral se pusieron a prueba a jueces demócratas y republicanos así como a una serie de funcionarios electorales en jurisdicciones locales y estadales, y al mismo vicepresidente de la nación. Por fortuna, fuera del caso de un republicano en Michigan que trató de revocar la certificación de los votos de ese estado, los demás funcionarios se mantuvieron apegados a la normativa legal y se pudo instalar el nuevo gobierno el 20 de enero.

La Búsqueda de la Excelencia

Es obvio que en la medida en la que las decisiones humanas sean sustituidas o complementadas por mecanismos cuasi-infalibles de registro de votantes y cuantificación de los votos, mayor será la confianza de los electores en el sistema. A este nivel es cuando oportunamente se plantea el uso de las tecnologías de “blockchain” para mejorar la calidad de las elecciones e incrementar la participación ciudadana en el proceso.

Cuando se trabaja en una plataforma blockchain en lugar del sistema tradicional de boletas de votación hay garantías de fiabilidad, precisión y transparencia. En efecto, la tecnología de blockchain (1) minimiza la discrecionalidad en las decisiones de los funcionarios electorales; (2) preserva al sistema en contra de fraudes e intrusiones externas; (3) dota al proceso con salvaguardas biométricas confiables de identificación facial y huellas dactilares para el registro de electores; y (4) se conforma con una base de datos precisa y siempre accesible para la verificación y el conteo de los votos.

En síntesis, la tecnología blockchain proporciona una robusta plataforma para soportar una cadena de registros a todo lo largo del proceso. Se ha demostrado que es segura, descentralizada, anonimizada, auditable en todas las etapas del proceso y probada en diferentes escenarios.

En años recientes, West Virginia, Denver y el Condado de Utah, han utilizado aplicaciones móviles basadas en blockchain para permitir que los miembros militares y sus familiares radicados en el extranjero emitan sus votos usando un teléfono móvil. Estonia, por su parte, creó en 2005 el primer sistema nacional de votación en línea del mundo y lo ha utilizado con éxito en ocho elecciones mayores.

En momentos en los que el mundo da pasos colosales en el desarrollo de la investigación y la ciencia, el sistema electoral norteamericano se ha quedado anclado en el siglo pasado y su excelencia depende del esfuerzo, buena fe y capacitación de sus funcionarios. Sin duda, es un sector que amerita de una disrupción tecnológica para blindarse contra eventuales sorpresas desagradables.

No en balde apuntaba el gran Gandhi que “la democracia debe significar, en esencia, el arte de movilizar los recursos físicos, económicos y espirituales de todos los sectores de la población y ponerlos al servicio del bien común”.

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