EEUU-CUBA: El Tango lo Bailan Dos. Inspirado en el proceso de apertura entre los EE.UU. y Cuba decidí evaluar las posibilidades de desarrollar negocios al amparo de las novísimas circunstancias. Comencé a dar los primeros pasos recopilando material informativo sobre Cuba en materia de normas a la inversión extranjera, zonas de desarrollo económico, y tramites de inmigración y, por supuesto, toda información relativa a la evolución de la relación bilateral EE.UU.-Cuba.
Con gran entusiasmo fui armando el sitio web www.negocios-cuba.com para que le sirviera de referencia a todas las personas e instituciones interesadas en radicarse o invertir en la Isla. Ya con el sitio web operativo comencé a preparar mi viaje a La Habana para contratar allá a una firma consultora que estuviese en capacidad de atender a los inversionistas que, desde Florida, mostrasen interés en el nuevo mercado.
El viaje del Presidente Obama a Cuba, del 21 al 22 de marzo de 2016, y los logros que obtuvo en su siembra de esperanza en el pueblo caribeño, elevaron todavía más mis expectativas de participar con mi humilde aporte en la transformación económica de Cuba. Veía en esa histórica jornada al punto de inflexión entre un pasado de desconfianza y rencores hacia una relación cargada de buenas intenciones y fructífero optimismo.
La visita del presidente Obama puso a Cuba de moda frente al resto del mundo. Los medios reflejaron claramente cuál era la nueva postura del pueblo cubano frente a los EE.UU. cuando ya no se grita ¡Yankees Go Home! sino más bien ¡Yankees Welcome!
Así las cosas, el domingo en la noche del 10 de abril de 2016 llegué a La Habana en un vuelo chárter desde Miami. Al día siguiente tomé un taxi y me trasladé a la sede de la Cámara de Comercio de Cuba para requerir la orientación necesaria para adelantar mis proyectos de negocios.
La Cámara de Comercio de Cuba opera en dos antiguas casas en el barrio de El Vedado que exhiben impresionantes portones de madera tallada, bellas escaleras de mármol y otros detalles arquitectónicos que sobreviven a una pasada época de opulencia. Una amable recepcionista me atendió cortésmente y me informó que si quería ser recibido por un funcionario debía tener una cita previamente concertada en el Consulado de Cuba en Washington y, además, presentar una visa de negocios estampada en la sede consular.
Después de ese primer “strike” di media vuelta y decidí conversar con gente extra-Câmara que estuviese versada en el tema económico cubano. Luego de discutir con dos ilustres cubanos, expertos en inversiones extranjeras, comercio exterior y asuntos migratorios, no me fue difícil arribar a la conclusión de que Cuba aún no está preparada para recibir el caudal de negocios que el resto del mundo está deseando inyectarle.
El control estatal sobre el grueso de la actividad económica y la carencia de una plataforma legal que garantice la debida seguridad jurídica a los empresarios extranjeros, son los obstáculos más importantes al desarrollo económico de la Isla.
A una persona como yo, acostumbrada a los usos y costumbres empresariales de occidente, le resulta difícil entender las razones del gobierno cubano para oponerse a cambios que propiciarían el bienestar general de la depauperada población local y generarían las condiciones para que su mermada economía pudiera crecer sobre bases firmes. Por eso, los recientes anuncios de recortar drásticamente el gasto en electricidad, importaciones e inversión, y reducir el consumo de combustible en un 28 por ciento chocan contra la percepción que tiene la comunidad mundial de empresarios de que Cuba está cambiando.
Y es que, si Cuba está cambiando, lo está haciendo a paso de tortuga. En 2015, el Departamento de Comercio emitió 490 autorizaciones para hacer negocios en Cuba, por un volumen de operaciones por 4.300 millones de dólares, proyectos que en su mayor parte aún están por concretarse.
No cabe la menor duda de que si Cuba quiere aprovechar el momentum donde lo ha situado la apertura de relaciones con los EE.UU. tiene que desmontar urgentemente su andamiaje burocrático y mejorar su plataforma legal para dar cabida al inmenso flujo de capitales y tecnología que los empresarios extranjeros estarían dispuestos a insuflarle a su economía.
Sería una lástima que Raúl Castro no le diera una lectura adecuada a todo lo que está sucediendo dentro y fuera de la Isla porque, ahora que Obama puso a Cuba de moda, Raúl no debe olvidar que “el tango lo bailan dos”.
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*Autor: Alfredo Gonzalez Amaré* Ex Superintendente de Inversiones Extranjeras y Presidente Fundador del Banco de Comercio Exterior de Venezuela. / www.negociosenflorida.com

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