Foto cortesía de www.pixabay.com

La polémica sobre mandar o no a nuestros niños al colegio en medio de la pandemia me ha puesto a meditar sobre el tema. El dilema entre mantener a los muchachos seguros pero sin clases o educándose pero con riesgo de contagio se ha incorporado, como era de esperase, al debate político.

Aunque la discusión ha radicalizado las posiciones de las partes en pugna, aquí no caeremos en la tentación de meternos a discutir sobre la pertinencia de adoptar una u otra fórmula. Trataremos, más bien, de buscarle una solución al problema. Veamos.

Para que los muchachos regresen a sus salones de clases ahora será necesario implementar una serie de medidas sanitarias y de conducta social que, sin dudas, acabarán con los propósitos de integridad del sistema educativo tradicional. La interacción entre los estudiantes será ahora recelosa y distante porque todas las previsiones que se tomen serán siempre insuficientes para los padres. Y no quiero ni imaginarme como serán los recreos bajo la nueva normativa: sin juegos ni gritos ni risas…

Ante estas posibilidades de liquidar el espíritu estudiantil de nuestras escuelas es necesario que “nos quitemos la careta”, aunque sea por un momento, y evaluemos el asunto con seriedad.

Partamos del supuesto de que la pandemia ira desapareciendo en pocos meses, a partir del momento en que se lance al mercado una vacuna de producción masiva. Digamos que la vuelta a lo normal vendría en unos seis meses y que para febrero del 2021 la actividad escolar estaría volviendo a sus cauces anteriores.

Entonces, la solución del problema se podría reducir a aplicar una fórmula temporal que mantenga a los muchachos seguros y estudiando en sus casas las materias de sus cursos. Imaginemos una estrategia que incluya las siguientes medidas:

  1. Por parte del Gobierno. Si el gobierno federal ha venido repartiendo recursos a borbotones para estimular a los empresarios y a los trabajadores, nada tendría de particular que le aporte al sector escolar un pequeño trozo de la ayuda financiera para que cada estudiante tenga una computadora portátil y disfrute del servicio gratuito de Wi-Fi.
  2. Por el sector tecnológico. Las grandes empresas tecnológicas contribuirían aportándoles a alumnos y docentes programas educativos efectivos y amenos.
  3. Por el Sector Docente. Los maestros deberán ahora mutar a su nuevo rol de supervisión y control del rendimiento escolar y estar siempre a la mano de sus estudiantes para aportarles su oportuno asesoramiento.
  4. Por el ámbito familiar. Los padres ejercerán su autoridad sobre sus hijos para inducirlos a atender a las clases online en tiempo real y, como siempre, los asistirán en la preparación de sus tareas.  


Y así como con la pandemia se evidenció que el trabajo en casa era una alternativa eficiente al trabajo de oficina, de igual manera podría ocurrir con la educación a distancia. Piensen ustedes en los beneficios de tener a los muchachos durante el horario escolar en el seno del hogar: 

  1. Les rendirá más el tiempo para estudiar y para descansar porque no habrán de trasladarse a la escuela.  
  2. Podrán concentrarse mejor en su relación íntima con la pantalla de su computador.
  3. No habrá presiones de grupo porque cada estudiante absorberá el conocimiento a su propio paso.
  4. La separación física entre los compañeros minimizará las posibilidades de “bulling” entre ellos.
  5. Se eliminan los gastos de transporte a la escuela, de libros de texto y de uniformes escolares.
  6. El costo de la educación se reducirá sustancialmente.
  7. Las edificaciones escolares no serán imprescindibles.


Seguramente que a este nivel muchos lectores estarán pensando no solo en otras ventajas del estudio en casa sino también en las múltiples desventajas que conlleva el tener a los muchachos tanto tiempo en el seno del hogar. Sin embargo, no debemos olvidar que estamos en medio de la peor pandemia que ha conocido el mundo contemporáneo y que para sobrevivirla es necesario que cada sector de la sociedad aporte su cuota de sacrificio.

Y si este experimento resulta exitoso, veremos que cuando la pandemia haya pasado a la historia habremos heredado un moderno sistema educativo, eficiente, masivo y más accesible que el vetusto modelo tradicional.  Pensaremos entonces con candidez que “no hay mal que por bien no venga…”
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*negociosenflorida.com

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