Focaliza y Gana. Mi buen amigo Juan Severo Mendoza, veterano ingeniero de sistemas, ha sido siempre un amante de la cacería. Su ilusión mayor desde que se inició en el deporte de los príncipes era cazar un tigre “mariposo” o un puma, especies típicas de los llanos venezolanos. Ahora bien, además de altas dosis de paciencia, el arte de cazar tigres amerita de una buena escopeta con cartuchos de munición adecuada y uno o varios perros entrenados en la materia.
Es el caso que Juan Severo, en sus primeros años de cazador, solía enorgullecerse de las habilidades de “Chinita”, una perra criolla con un cuarto de sangre de setter irlandés, de olfato agudísimo, eficaz incluso a grandes distancias, carácter temperamental y fogoso, y de gran velocidad y resistencia.
Chinita era capaz de comportarse de manera muy sigilosa, y cuando detectaba una presa posible mantenía la cabeza alta, el cuello erguido y los ojos bien fijos en el animal para indicarle a su amo la dirección del oportuno disparo. Lo cierto del caso es que Chinita disfrutaba tanto como su amo de las jornadas de caza; su fino olfato distinguía con facilidad la presencia de un cachicamo, un conejo o un venado mientras que su fino oído alertaba sobre la inminencia de una manada de váquiros salvajes o el suave andar de un cunaguaro.
Estas interesantes jornadas permitían que Juan Severo, al final del día, regresara con un muestrario de especies cazadas de variada gama, incluyendo algunos plumíferos. Ante su frustración como tigrero en potencia, nuestro amigo decidió importar del África un fino animal de la raza Basenji mejor conocido como “perro del Congo”, entrenado solamente en la caza de felinos de gran tamaño. Su nombre era “Borbón”.
Después de una campana de tres meses en el bajo Orinoco, Juan Severo logró, con la ayuda de Borbón, cazar un soberbio tigre mariposo de 160 kilos y con el transcurso de los años pudo orgullosamente colgar en su galería a otro par de cabezas de otrora temibles felinos. Entretanto Chinita, mientras Borbón cazaba tigres, quedó para juguetear en el patio de la hacienda olfateando picures, rabipelados y uno que otro conejo merodeador.
Con esta anécdota he querido ejemplarizar uno de los defectos más comunes de los empresarios noveles: la falta de focalización en los objetivos de negocios. A los latinoamericanos, por lo general, nos brotan las ideas de negocios “a borbotones” y solemos dedicarle nuestra atención a perfilar diferentes proyectos para satisfacer nuestra prolífica inspiración empresarial. Caemos, por tanto, en el error de “asar varios conejos a la vez”, con el consecuente riesgo de que se nos queme alguno, o todos…
Cuando el empresario diluye su tiempo y esfuerzo entre diferentes proyectos es probable que llegue al extremo de sentirse agobiado por el peso de las responsabilidades y lo embargue un sentimiento de frustración y derrota. Este es el preciso momento para reflexionar sobre el problema que lo aqueja; el momento de establecer una jerarquía y un cronograma de acciones y prioridades a ejecutar. Es el momento de FOCALIZAR.
Así como un piloto de aeronave utiliza toda la potencia de los motores para el despegue, el empresario que desea tener éxito en un proyecto debe dedicar toda su concentración en focalizar sus esfuerzos hacia el cumplimiento de ese objetivo.
Para que no quepan dudas en cuanto a su propósito de focalizarse en uno o pocos objetivos, escriba en un papel todo ese cúmulo de ideas y proyectos que tiene en la mente. Asígnele un orden de prioridad en tiempo y dinero a cada renglón y deje que sean los 3 primeros los que pasen a ocupar su atención hasta que se complete ordenadamente su ejecución. Los proyectos e ideas restantes archívelos hasta nuevo aviso.
Estar focalizado no es solo llegar al convencimiento de que se deben priorizar las actividades sino dedicarse en “cuerpo y alma” a la implementación de los proyectos en el mismo orden estipulado, uno por uno. Las distracciones nos hacen perder el foco de nuestra línea de trabajo por lo que ejercitar nuestra voluntad para rechazarlas es de rigor; la tentación de una buena película, una amena conversación, un juego de solitario o una “siestica” a veces nos apartan de la concentración requerida. Métase de lleno en ese único proyecto y hasta que no lo culmine no descanse; verá que la sensación de logro es un estimulante extraordinario para seguir adelante con los demás compromisos de la vida empresarial.
Y si en algún momento llegara usted a flaquear, acuérdese de la diferencia que existe entre la perrita Chinita y el perro Borbón.
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Autor: Alfredo González Amaré    |   786) 486-3615 (móvil) |  alfredo@negociosenflorida.com
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